martes, 20 de mayo de 2014

Er mettru de Panamá

---------TEMA NO RELATIVO AL ANIME O MANGA------------

        Hoy usé por primera vez el metro, fue un "paseo-guardaespaldístico" hasta el edificio Hatillo, a dejar unos planos.

        Me recordó una serie de metros de España, las paredes verde-horripilantes al de Barcelona, la forma arquitectónica de las paradas (abajo) a las de Bilbao, los vagones a los nuevos de Madrid y los foquitos de las puertas a algunos vagones de Barcelona y Bilbao.

        La verdad es que para hacer este mandado valió la pena. No hay que dar cinco o más vueltas hasta encontrar estacionamiento; rezar porque de encontrar un lugar prohibido, el inspector no te encuentre a ti o que se acabe el dinero del parquímetro, gracias a las interminables colas para dejar un plano.

        Si, el metro funciona, por lo menos ahora que está nuevo; y no gracias a la rata saliente, que para joder al nuevo presidente ha puesto una tarifa inviable. Siempre pensé que para que se le pudiese dar mantenimiento y pagar el sobre-precio del costo de construcción el pasaje debería estar por un dólar (por dirección) o un cobro dependiente de cuan lejos fueras —como el de Bilbao—, los 75 centavos de los que habló Roberto Roy, me parecieron bien, en especial porque ellos habían hecho (supongo) los estudios de factibilidad.

        Pero por supuesto, apareció él, que está cogido por la yaya, quema'o y cabria'o porque no gano el tan cacareado "único gobierno que repetirá" y ha querido joder por todos lados al los nuevos administradores del país.

        Lo triste es que hubo cosas que sin ser arquitecto sabía, a simple vista, que estaban mal hechas. Lo más evidente fue los espacios de ventilación en  las estaciones de superficie, es notorio que los diseñadores venían de un país que, a diferencia del nuestro, no llueve horizontalmente y reciben en tres meses la cantidad de agua que nosotros podemos ver caer en tres días. Cualquier arquitecto del terruño hubiese cotizado los louvers aunque fuese verano.

        También me tocó con encontrarme las estaciones sin personal del metro y las máquinas de vender tarjetas apagadas, debo agradecer a la señora de la limpieza que usó su carné para permitirme entrar y, a la otra que me dejó salir, de lo contrario todavía estaría paseando en el vagón. Supongo que eso se corregirá cuando comience el cobro... Aunque a 35 centavos no alcanzará ni para el mantenimiento de los vagones.

        Por seguridad no hay queja, había tongos por todas partes, e inclusive dispuestos a ayudar y orientar en lo que pudiesen.

        Ahora solo me queda viajar hacia el otro lado y disfrutar de la vista aérea de los push-bottons de la transistmica.

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